lunes, 30 de noviembre de 2009

EL SUEÑO DE IBIZA de Antonio Agudelo



[Esta fue la intervención que hice el pasado 26 de noviembre de 2009 en la presentación de El sueño de Ibiza de Antonio Agudelo, en la Compañía del Libro en Córdoba]

Dice José Mariscal en la presentación del libro que “Antonio Agudelo no es doctor en literatura, pero lo es en el conocimiento de los caminos (a veces amargos) de la vida”. Unas páginas después en el prólogo de Pablo García Casado encontramos este texto: “Con El Sueño de Ibiza, Antonio Agudelo culmina un trabajo callado de más de dos décadas. Años de oscuridad y pulimiento, de constante depuración hacia la palabra exacta que nombra el misterio”.

Hay un trasfondo dramático en estas dos descripciones, y las dos extrañamente aluden a la persona, al poeta (que, para quien no lo sepa, son el mismo sujeto); ‘caminos amargos’ y ‘trabajo callado’ son dos expresiones que hablan bien de quién ha sido Antonio, de su empeño, de su forma de ver el mundo, de afrontarlo: siempre a través de la poesía. Pero frente a este drama, hay un hombre vivo, un hombre que ama, que siente, que desea. Y el mayor fruto de ese deseo es este libro que hoy presentamos. Es sobre todo un punto de luz en esa oscuridad que citaba Pablo, es una oportunidad y es un punto de partida, que debería haber llegado con antelación. Pero lo importante, Antonio, es que ya ha llegado, ya está en nuestras manos y eso lo cambia todo, nos cambia a nosotros y cambiará a los nuevos lectores, de eso no me cabe duda.
Antes citaba a Pablo, no es casual que él escriba el prólogo y, en cierto modo, sería más razonable que él estuviera aquí sentado, presentando este libro en Córdoba. Ya lo hizo en Villaviciosa y hoy no podía estar. Pero como tiene que estar presente en este día tan importante, en que Antonio Agudelo se hace visible en Córdoba, me voy a permitir leer un fragmento de esas “Palabras prestadas” que Pablo escribió en “El Día de Córdoba” el pasado 17 de octubre, un texto emotivo y certero que os invito a leer en su totalidad. Los últimos párrafos decían esto:
La vida de Antonio Agudelo ha sido azarosa, y no siempre fácil. No se queja de la vida, pero rara vez le ha regalado un caramelo. Ni siquiera en la poesía, donde ha visto pasar los trenes que otros tomaban en marcha mientras él se quedaba en tierra. Sus poemas se quedaban en las regiones oscuras de los amigos cómplices, y no ha sido hasta ahora, veinticinco años después de su primer poema, cuando ha saltado al ruedo del papel impreso. Y lo ha hecho con un libro de título tan acertado como inquietante, El Sueño de Ibiza. Detrás de ese título no sólo hay una vida lentamente destilada en metáfora; hay sobre todo un desvelo convertido en metáfora, la cristalización de esa simbiosis entre niño, hombre y naturaleza salvaje. En el fondo, después de idas y venidas, de conocer la ciudad, las islas y el destierro perseguido, lo que queda son los recuerdos más íntimos, la memoria primigenia de ese niño que miraba con ojos nuevos la maravilla de una mariposa que se posa en la flor. Es el magma de Verónica, uno de sus poemas más hermosos.
Pero no sólo es ese viaje en la memoria fértil de la infancia. También está el rescoldo cercano de lo vivido, las cenizas recientes de un ser humano, ciudadano, que transita y pacta con sus propias heridas. Son sueños, pero también los despertares de esa idea de Ibiza, fugitiva y brillante, que tiene una sombra a veces terrible. Todo ese material acarrea este libro sutil y a la vez extraño, fértil y a la vez amargo, que nos muestra sobre todo a un poeta que ha dado su vida por la poesía, que la quiere por encima de todos las cosas. Alguien que ama así la poesía merece ser leído.
Estamos ante un primer poemario, pero a diferencia de otros autores, éste primer libro no es un libro primerizo, es una obra de madurez, es poesía con mayúsculas, es poesía, simplemente, poesía: poesía necesaria y lo repito con tanta insistencia porque Antonio vive por y para la poesía. Antonio no escribe poemas (como hago yo, de vez en cuando, o como otros muchos que parecen tener más enjundia porque son más visibles o se rodean de gente importante), no, Antonio versifica la vida, las emociones, las personas. Yo siempre le digo que es el único poeta ‘de verdad’ que conozco (él sonríe, lo niega, aunque sabe, y también tiene su pequeño ego, que tengo mucha razón. Porque él ha sufrido mucho por la poesía y eso, evidentemente, no está al alcance de muchos.
Yo conocí ‘El sueño de Ibiza’ hace ya algún tiempo, trabajaba en la Librería Anaquel y Antonio iba por allí, se apalancaba delante de la estantería de poesía y se volvía loco, miraba y miraba y después compraba algún libro y pedía que les reserváramos otros. Como yo me encargaba de ese fondo pronto entablamos amistad y después vinieron las cervezas y pronto la poesía. Lo realmente maravilloso de hablar de poesía con Antonio es que recuerda cada uno de los versos que ha escrito, así que cuando te pide opinión sobre alguno de los poemas entras en una especie de trance en el que sólo importa el poema, la voz del poeta. Así empezó un largo periplo para este libro, cambios de estructura, revisión de poemas, yo le recomendaba editoriales y él comenzó a enviar el manuscrito, hubo buenas palabras, pero ninguna recompensa, hasta que la Diputación de Córdoba mostró su interés.
Y aquí estamos, con una preciosa edición en las manos, ilustrada por José María García Parody. Un libro que es un regalo para los ojos, un regalo para la poesía y un regalo para el oído de los y las presentes, ahora cuando Antonio intervenga y os hable de su obra, de sus miedos y sus alegrías, cuando os diga que en el mundo hace falta menos violencia y más poesía, iréis entendiendo mejor mis palabras.
Voy terminando, parecerá que he hablado poco de su poesía y mucho de Antonio, en realidad, hay una simbiosis entre ambos, así que… sí he hablado de sus versos. En ‘La visita’ (poema que como sabes Antonio es el germen de nuestra amistad) hay un verso que me fascina: ¿Cuánto tiempo cabe en los ojos de un niño?, yo siempre me pregunto ¿Cuánta poesía cabe en las manos de Agudelo?